16 de febrero de 2013

La Peñarrubia de Jumilla

Distintas perspectivas de la Peñarrubia.

Saludos, amigos:
El paraje que ocupará esta segunda entrega de  “Un recorrido por…” será la Peñarrubia,  sin duda una de las joyas naturales que tenemos en nuestro término jumillano. Destaca esta montaña entre otras cosas por la enorme y vertical pared anaranjada de caliza que domina su parte oeste a la cual debe su nombre, siendo una de las más codiciadas de la zona por los escaladores y llegando ésta a medir 100 m en algunos tramos. Es también un punto de interés antropológico por la presencia de pinturas rupestres en alguno de sus abrigos.

Vista hacia el sur desde el roquedo al atardecer. 


Vista hacia el norte de los cortados con Los Gavilanes y el Monte Arabí al fondo.

Haremos un detenido recorrido por el lugar con el fin de profundizar un poco en los diferentes aspectos de interés natural que este bello sitio nos ofrece tales como geología, flora y fauna procurando dedicar a cada uno el interés merecido, cosa que será sin duda difícil tarea. Será un placer intentar ofreceros una visión más amplia de nuestra Peñarrubia, y en caso de que no la conozcáis, intentar ilustraros de alguna forma la belleza que este singular paraje posee, que es mucha. Espero os guste.




LOCALIZACIÓN

La Peñarrubia se encuentra en el corazón de la comarca del Altiplano unos 7km al norte del municipio de Jumilla, entre dos parajes llamados “El Barranco del Buen Aire” y “Puntal Casa Quemada”, a unos 2 km al norte de la Alquería, pedanía perteneciente a la localidad mencionada con anterioridad. La montaña se alza 907 m sobre el nivel del mar y unos 300 m respecto a la planicie circundante, rodeada casi por completo de cultivos típicos de secano, sólo interrumpidos por las sierras de alrededor que se encuentran muy cercanas entre sí unas de otras, lo cual enriquece mucho la biodiversidad de esta zona. No a muchos metros al Este comienza a alzarse el relieve de la majestuosa Sierra de la Cingla que con sus casi 7 km de afilado recorrido llega casi a punzar nuestro vecino término yeclano.

La Peñarrubia fotografiada desde la umbría de las Grajas.


Vertiente oriental de la Peñarrubia con una de sus ramblas y La Cingla al fondo.

 Apenas 500 m al sur podemos ver cómo se levanta justo al frente la Sierra de las Grajas, que parece mirar desafiante a la Peñarrubia con su imponente pared anaranjada acuchillada por una grieta, la cual también es un atractivo reto para numerosos escaladores. Entre ambas sierras se encuentra el Monte del Estudiante, un pequeño cerro que ejerce de testigo en el duelo e interrumpe los cultivos con su forma de herradura claramente visible desde la cumbre de las Grajas.

 Panorámica desde lo alto de Las Grajas con Monte del Estudiante, Peñarrubia y Cingla.

Ligeramente al sudoeste se encuentra la Sierra Caballera que se extiende 3’5 km en la misma dirección llegando casi a la zona más occidental del término. Al noreste de la Peñarrubia queda la Sierra de los Gavilanes, cubierta de poblados pinares y coronada en casi la totalidad de su recorrido por un parque eólico con el mismo nombre. A lo lejos, al norte, se divisa el Arabí asomando tímidamente sobre los Gavilanes.

Las Grajas (al fondo) y monte del Estudiante.



GEOLOGÍA

Curiosas texturas y formaciones cerca de la Casa del Buen Aire

Característica imagen de la Peñarrubia.

La Peñarrubia está situada, al igual que la mayor parte de El Altiplano, en la zona más externa de las Cordilleras Béticas, justo donde concluye lo que paleogeográficamente se denomina Plataforma de Albacete y donde comienza la Plataforma Prebética Interna, en lo que otrora fuese un valle submarino como confirman los numerosos fósiles acuáticos hallados en las inmediaciones. Por su geomorfología, se puede apreciar cómo una plataforma se monta con otra, quedando el extremo de la placa montante al descubierto y constituyendo la enorme pared de caliza anaranjada que abarca casi todo el margen sur y oeste del monte. Aunque la presencia de escarpes y barrancos es casi total en todo el borde de la montaña, su vertiente oriental está constituída por una considerable pendiente fruto del montado de placas y en la cual la erosión del agua ha ido moldeando varias ramblas, llegando éstas a adquirir caprichosas formas escalonadas y dejando al descubierto la estratificada roca que conforma la placa montante.

Zona oriental de la Peñarrubia.



Formaciones con caprichosas formas estratificadas en las ramblas.



FLORA


La flora de este lugar está constituída básicamente por la típica vegetación de clima árido mediterráneo-interior y abundantes cultivos de secano. Conforme nos vamos acercando a la Peñarrubia podemos ver  multitud de parcelas agrícolas rodeando la montaña casi por completo. El cultivo estrella y el que más suelo ocupa es el de vid (Vitis vinífera), con el que se elabora el excelente vino jumillano, aunque también podemos ver numerosas parcelas de olivos (Olea europaea) y almendros (Prunus dulcis) salpicando tímidamente la homogeneidad de los cultivos de vid. 

Cultivos de vid al pie de la Peñarrubia en otoño, cuando la planta comienza a perder sus hojas.

En los pedregales que los agricultores hacen en las orillas de sus parcelas crecen varias pantas muy comunes como romeros, espliegos, tomillos y algunas especies menos abundantes y que suelen crecer muy dispersamente unas de otras como Senecio malacitanus o gallicus, matapollos (Daphne gnidium) o la quebraollas (Thymelaea tartonraira) en el pie de monte, plantas estas tres últimas venenosas.

Matapollos - Daphne gnidium


Senecio malacitanus o gallicus

Rodeando su parte este, pegado a los cultivos, encontramos un generoso bosquete de pino carrasco (Pinus halepensis), que se extiende hasta acariciar la falda de la montaña, e incluso monte arriba podemos ver algunos tímidos ejemplares salpicando el entorno. A pie de monte podemos observar varias labiadas muy típicas de nuestra zona como el romero (Rosmarinus officinalis), tomillo (Thymus vulgaris) o espliego (Lavandula latifolia), plantas todas ellas de gran fragancia y muy apreciadas en el sector de la perfumería por ello.

 Sabina de porte casi rastrero con sierra de La Cingla al fondo.

Conforme nos vamos acercando al monte, vemos que casi en su totalidad está cubierto de tupidos atochales de esparto (Stipa tenaccisima) que reina a sus anchas sobre la mayor parte del suelo, tintándolo de un dorado grisáceo que casi se podría llamar el color de los montes del sureste español. Ascendiendo por una de las ramblas creadas por la erosión, vemos que la naturaleza rocosa de esta zona ha propiciado que muchas especies forestales rupícolas puedan desarrollar su existencia, como el té de roca (Chiliadenus saxatilis), los pinillos de oro (Hypericum ericoides), Fumana sp, la clavelina (Dianthus broteri subsp valentinus), la uña de gato (Sedum sp) y algunas menos típicas de ambientes tan rocosos pero que se han adaptado a este hábitat como la efedra (Ephedra fragilis), la albaida (Anthyllis terniflora) el espino negro (Rhamnus lycioides), la sabina (Juniperus phoenicea), el enebro (Juniperus oxycedrus), el aladierno (Rhamnus alaternus), el acebuche (Olea europaea var Sylvestris)  y la coscoja (Quercus coccifera) . También podemos observar por el lugar gran cantidad de especies casmofíticas calcícolas del Mediterráneo occidental como Teucrium thymifolium, Potentilla caulescens, Saxifraga corsica subsp cossoniana, y algunas especies rupícolas como Linaria cavallinesii, Sedum dasyphylum y Teucrium rivas-martinezzii.

Té de roca - Chiliadenus saxatilis


Pinillos de oro - Hypericum ericoides


Helecho Cheilantes acrostica


Teucrium thymifolium o rivas-martinezii

Al concluir la rambla ascendemos atravesando los atochales hacia el camino forestal que lleva a la cima, el cual es visible desde aquí y cuenta con algunos pinos y enebros en su orilla aunque también vemos sabinas, romeros y algunas otras plantas luchar como pueden por conseguir un hueco entre el esparto. En esta zona podemos ver multitud de gambonitas (Asphodelus fistulosus), plantas forestales muy típicas de nuestra zona que pincelan el entorno cuando tienen sus largos tallos con frutos esféricos y sus flores de blancos pétalos rayados. 

Gambonitas - Asphodelus fistulosus

Conforme ascendemos por el camino, el terreno se torna más rocoso y observamos pocos cambios en la vegetación salvo que, algunas de las especies que mencionamos con anterioridad, aumentan o disminuyen su presencia. Al llegar al punto geodésico situado a 907 m, éste nos obsequia con unas de las mejores vistas de la zona y una preciosa panorámica de casi la totalidad del Altiplano que pocos lugares poseen, capaz de entrecortar la respiración a cualquiera, sobre todo si uno se asoma por la cornisa y contempla la escalofriante caída libre del imponente cortado. Podemos observar, si nos fijamos en el suelo, numerosos anclajes a lo largo de toda la cornisa donde algunos aventurados escaladores se aseguran para descender la espectacular pared que en algunos puntos llega a alcanzar los 100 m de caída vertical. La vegetación aquí apenas cambia, sólo se hacen más presentes algunas especies como las mencionadas con anterioridad, el lentisco (Pistacia lentiscus), sabinas, enebros y en algunos sitios donde podemos vislumbrar la imponente pared, algunas especies típicas de extraplomos como Sarcocapnos enneaphylla subsp saetabensis, Chaenorinum origanifolium subsp crassifolium o Reseda valentina.

Zapaticos de la virgen  -  Sarcocapnos enneaphylla subsp saetabensis.


Espuelilla  -  Chaenorinum origanifolium subsp crassifolium.

Merece mención especial la casa del “Barranco del Buen Aire”, justo debajo de los abrigos donde se encuentran las pinturas rupestres, la cual cuenta con un antiguo nacimiento de agua y algunas especies asociadas a la cercanía de ésta como los dos enormes álamos (Populus alba) y algunos olmos que hay junto a ella. También cuenta esta casa con varias piteras (Agave americana) y chumberas o paleras (Opuntia maxima) en sus inmediaciones, infectadas por la cochinilla del carmín (Dactylapius opuntia). Se trata de un insecto fitófago invasor que está exterminando las chumberas en la península ibérica de manera alarmante. Una vez infectada, la planta empieza a necrosarse y muere al cabo de un tiempo. Pocos son los ejemplares en la región que no estén afectados. Un auténtico desastre que puede provocar la desaparición de la especie en nuestra zona, ya que los tratamientos aplicados no han obtenido buenos resultados.

Casa del Buen Aire.


Piteras y chumberas de la Casa del Buen Aire.


Panorámica de las inmediaciones de la casa.


Chumberas y álamos junto a antiguo nacimiento de agua, a escasos metros de la casa.


FAUNA

Dada su morfología y los distintos tipos de hábitats que ofrece, la Peñarrubia (declarada Área de Protección para la Fauna Silvestre) aloja gran variedad de animales y es hogar de muchas de las especies más emblemáticas y escasas de la zona. Son elegidas sus abruptas e inaccesibles paredes por varias especies rupícolas. Gran cantidad de chovas piquirrojas (Phyrrocorax phyrrocorax) planean acrobáticamente por las inmediaciones de los cortados graznando y avisando a los habitantes del monte de presencia extraña, haciendo cercanos barridos de reconocimiento sobre los intrusos. Estos córvidos protegidos proliferan en este paraje gracias al refugio y a las grandes cantidades de alimento que encuentran en él. Los cercanos cultivos son unas perfectas despensas para ellos, aunque estas aves se alimentan de casi cualquier cosa que encuentren, de ahí que su número siempre se mantenga más o menos estable. Los aviones roqueros (Ptyonoprogne rupestris) merodean también por los acantilados en veloces vuelos, posándose en algún saliente u oquedad a descansar de vez en cuando y acometiendo contra los insectos, que constituyen la totalidad de su dieta. Estas dos especies escogen las cornisas y oquedades de la pared para nidificar y resguardarse; pero no son las únicas que lo hacen. Algunas de las más grandes y bellas aves como el águila real (Aquila chrysaetos) y el búho real (Bubo bubo) se refugian y nidifican aquí, aunque también lo hacen el cernícalo vulgar (Falco tinnunculus), el halcón peregrino (Falco peregrinus) y la grajilla (Corvus monedula) entre otros.


En verano visitan la Peñarrubia magníficas aves que llegan desde África buscando veranos menos abrasadores como el águila calzada (Hieraateus pennata), capaz de deleitarnos con la belleza de su plumaje y la elegancia de su poderoso vuelo.

Muchos animales se benefician, ya en tierra firme, del rocoso terreno para resguardarse y vivir. Numerosos insectos, reptiles y pequeños mamíferos como el lirón careto (Eliomys quercinus) y otros roedores, aprovechan las grietas y oquedades de los roquedos y árboles como hogar. No es raro ver a las lagartijas colirrojas (Acanthodactylus erythrurus), lagartijas colilargas (Psammodromus algirus) e incluso al gran lagarto ocelado (Lacerta lepida) tomando el sol sobre las rocas y esfumarse entre las grietas o entre los matorrales a la velocidad del relámpago si sienten presencia extraña. También aprovechan este hábitat algunos reptiles más grandes como la culebra lisa meridional (Coronella girondica), la culebra de herradura (Coluber hippocrepis), la culebra de escalera (Elaphe scalaris) o la culebra bastarda (Malpolon monspessulanus), que encuentran entre el matorral y las oquedades del terreno una combinación de refugio y alimento muy favorable para ellas, además de numerosos solarios en la roca, tan necesarios para los reptiles. 

La presencia de estos animales conlleva la de sus depredadores naturales, como el zorro (Vulpes vulpes), que también se beneficia del refugio y alimento que le proporciona este lugar. La cercanía entre sierras proporciona a estos preciosos animales un amplio territorio donde vivir, alimentarse y reproducirse, y por lo tanto, una buena perspectiva de futuro para la proliferación de su especie. Menos suerte tienen en ese sentido otros mamíferos que actualmente se encuentran en serio peligro de extinción como el gato montés (Felis sylvestris), la garduña (Martes foina) o el tejón (Meles meles) de los que rara vez se pueden encontrar rastros en el lugar. Al menos la combinación de refugio, alimento y agua (debido a los numerosos calderones naturales), proporciona una presencia, aunque escasa, de estas especies, por lo que debemos reflexionar y concienciar a la población de la seriedad del caso o estos animales acabarán desapareciendo como tantos otros, proporcionando un funesto golpe ecológico de gran magnitud y sus posteriores consecuencias, ya que éstos se encargan de regular las poblaciones de roedores, aves e insectos entre otras y su desaparición provocaría un enorme desequilibrio en la frágil pirámide natural.


El pie de monte, ya junto a los cultivos, proporciona hogar a muchas otras especies de estos hábitats como numerosos reptiles (culebras, lagartijas y lagartos antes mencionados) que viven en los pedregales e inmediaciones, numerosas aves que viven a medio camino entre los pinares, pedregales y los suelos agrícolas, multitud de invertebrados y algunos mamíferos como el erizo (Erinaceus europaeus) y numerosos roedores que hacen de la superficie agreste su despensa. No es raro ver posados a los mochuelos (Athene noctua) casi inmóviles sobre los pedregales, donde se mimetizan a la perfección por la similitud de su plumaje con los colores y texturas de las piedras, vigilantes a la espera de alguna presa. La presencia de viejas casas de campo abandonadas favorece también a las lechuzas comunes (Tyto alba), que encuentran en ellas un refugio ideal así como un buen lugar de cría con cercanía del imprescindible alimento.

También podemos encontrar por este hábitat otras aves como la urraca (Pica pica) y la corneja (Corvus corone), omnívoros y oportunistas córvidos a los que podemos ver con facilidad patrullando las inmediaciones de los cultivos y posándose en sus suelos en busca de comida. Tampoco es raro ver en los cultivos o en sus alrededores rastros de jabalí (Sus scrofa) como huellas, excrementos y terreno escarbado. Este magnífico animal también transita estos parajes atraído quizá por la seguridad que le ofrece la sierra, el alimento fácil de los cultivos y la presencia de arbustos y árboles de bellota (Quercus sp) tan apreciados por estos artiodáctilos debido a su sabor y valor nutritivo.

La “Casa del Buen Aire”, que antes mencionamos, acoge algunas especies de charca, dada la presencia de un antiguo nacimiento de agua y siendo ésta la zona más húmeda del paraje. No es raro ver a la culebra de cogulla (Macropotodon cucullatus) esconderse en un instante entre los pedregales o matorrales cercanos y al sapo partero (Alytes obstetricans)  en las casi extintas charcas que quedan o en las que se forman cuando las precipitaciones son generosas. En invierno es posible ver al rascón común (Rallus aquaticus) en estas charcas, ave migratoria del centro y norte de Europa que nos visita buscando un invierno menos riguroso.


ARQUEOLOGÍA E HISTORIA

Ruinas en la casa del Buen Aire con abrigos arriba.


Verja para proteger las pinturas rupestres.


Vista de algunos detalles de las pinturas. Arriba, lo que parece ser un ciervo. Abajo, se puede distinguir una figura humana de frente, algo novedoso en la época.



Posee este lugar un importante interés histórico debido a la presencia en “el Barranco del Buen Aire” de dos abrigos con pinturas rupestres declaradas Bien de Interés Cultural y Patrimonio de la Humanidad, siendo uno de los yacimientos de arte prehistórico rupestre más importantes de la zona. Las pinturas fueron descubiertas en 1983 por Jerónimo Molina, un célebre profesor y arqueólogo jumillano que contribuyó enormemente en muchos estudios naturales y arqueológicos de la zona y que más tarde dió nombre al antiguo Museo Arqueológico de Jumilla, actualmente el Museo de Ciencias Naturales de dicha ciudad.

El yacimiento consta de dos abrigos:

En el abrigo1, en el que se han registrado más de 100 figuras, se mezclan dos estilos artísticos utilizando siempre el color rojo. En él se pueden apreciar motivos levantinos y esquemáticos, aunque cada estilo está desarrollado de tal manera que nunca llegan a intercalarse o mezclarse.

Otra representación faunística.

En el abrigo 2 sólo se hallan 7 figuras, aunque en mejor estado de conservación, y son de representación esquemática con gruesos trazos que acarician la abstracción.

Motivos que constan de trazos aserrados.



“EL PELICIEGO”

Cuenta la Peñarrubia con leyendas como las de Pedro Abellán Sánchez “el Peliciego” (1806–1841), el más célebre bandido jumillano. Se dice que hace dos siglos, “el Peliciego” era perseguido por ser uno de los  cabecillas de un grupo de guerrilleros carlistas. Tuvo en jaque durante 26 meses a las autoridades de las provincias de Albacete, Alicante y Murcia, aunque principalmente operaba en su ciudad natal, Jumilla, y los alrededores de su extenso término. Cuentan que se refugiaba en los numerosos abrigos de la Peñarrubia y la Sierra de las Grajas, la cual tiene una cueva con pinturas rupestres que lleva su nombre. Dedicaremos a dicho paraje un capítulo de “Un recorrido por…” . Hay quien dice que aún pueden verse los agujeros donde “el Peliciego” clavaba las estacas con las que ascendía o descendía con increíble valor y habilidad las verticales paredes de la Peñarrubia para burlar a la guardia civil. Según datos históricos, fué asesinado a traición con sus propias armas el 3 de febrero de 1841 mientras dormía por dos pastores a los que pidió comida, los cuales cobraron la recompensa de 4000 reales ofrecidos por el Ayuntamiento de Jumilla y entregaron el cuerpo sin vida a las autoridades, quienes pusieron el cadáver a expectación pública durante cuatro horas en la fachada de la Cárcel Nacional de Murcia.

Vista nocturna de la Peñarrubia y el paraje del Buen Aire.


Para concluir, después de esta apasionante y pintoresca historia de bandoleros, me gustaría recordar una serie de normas que debemos cumplir si decidimos visitar cualquier espacio natural e invitar a todo aquel que acuda a este hermoso lugar (considerado Área de Protección para la Fauna Silvestre) a cumplirlas para que el equilibrio y la belleza que este singular paraje evoca se conserve lo menos alterada posible.


- No hacer fuego.
- No recolectar animales.
- No recolectar minerales ni rocas.
- No arrojar basura.
- No recolectar plantas.
- No gritar. Hacer mínimo ruido posible.
- No salirse de las sendas.
- No molestar a los animales.
- No dañar las pinturas rupestres (mojarlas, pintar encima, grabar en ellas, etc)



Bien amigos, me despido. Espero que este detenido recorrido por la Peñarrubia haya sido de vuestro agrado. Un cordial saludo. Hasta pronto.

Joaquín Soriano

Fotografías : Antonio Martínez, excepto las que ponga otro nombre o las de los animales, que son animales en cautividad del centro de Educación ambiental La Dehesa


Mapa en Google Maps:




Vídeo con fotografías realizadas en la Peñarrubia

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